¿Y si no existieran las fronteras?
El viaje de Andrea
Hemos hablado con Andrea, voluntaria de Oxfam Intermón y consumidora de los productos de Comercio Justo. Andrea tuvo la oportunidad de viajar a Nepal en 2018 con su madre y otras personas colaboradoras para conocer algunas de las comunidades a las que están apoyando.
¡Hola, Andrea! ¿Nos cuentas un poco quién eres y cómo acabaste en el viaje de socios de Oxfam Intermón de 2018 a Nepal?
Yo soy Andrea y fui al viaje con mi madre, Ángeles. Las dos somos de Vigo. Le tocó a ella porque es socia de Oxfam Intermón desde hace mucho tiempo.
Hace unos años yo quería hacer un voluntariado, estuve buscando en Vigo qué hacer y no había mucha oferta, hasta que encontré el de Oxfam Intermón. Como es una organización que mi madre y yo siempre hemos tenido de referencia, entré al voluntariado, y la verdad es que acabé encantada. Lo dejé hace dos años porque me tuve que centrar en los estudios, pero el tiempo que eché allí y la gente con la que coincidí me encantaron.
¿Cómo fue el viaje, quiénes ibais, qué realidades visteis…?
Fuimos un grupo que congeniamos muy bien. El viaje es duro por las situaciones emocionales en las que te ves, las experiencias de las que eres testigo, pasas muchas horas en la carretera… Es un viaje precioso, pero siempre ayuda tener un grupo con el que haya buena química para hablar de cualquier cosa y sacar temas en el coche recorriendo carreteras. Por ejemplo, yo me pegué mucho a Paula y Marc, la gente de Oxfam Intermón con la que fuimos, para hacerles preguntas sobre la organización y sobre todo lo que tenía curiosidad de su experiencia.
El primer día estuvimos en Katmandú, en la sede, donde nos presentaron el proyecto: cómo había sido el terremoto de 2015, los proyectos de restauración de los edificios que llevaban a cabo, la construcción de aldeas para quienes se quedaron en casa… También estaban los proyectos de carácter más social, en búsqueda de una sociedad más justa.
El segundo fue Nepalgunj, para mí el día más bonito de todos. Llegamos a un sitio donde nos recibieron cantando y haciendo una obra teatral, tras haber avisado al resto de la aldea para que vinieran a ver la obra… La representación era sobre escenas de maltrato hacia la mujer para concienciar, y pedían la opinión del público que estaba allí.
A nosotros nos costó mucho entender la obra porque hablaban muy rápido. Teníamos una intérprete, pero en nuestro grupo había gente que no hablaba inglés, como mi madre, o gente con un nivel básico, así que quienes entendíamos más el inglés hablábamos con la intérprete, que nos traducía, y nosotros lo pasábamos al castellano. A veces era un poco complicado mantener el ritmo de la conversación.
Luego fuimos a lo que para mí fue más inspirador; cuando lo veo en el vídeo, me sigo emocionando. Era el centro de XXXX para mujeres, donde vimos situaciones complicadas. Nos sirvió para conectar hasta cierto punto con ellas, porque aunque no pudiéramos compartir sus experiencias había complicidad.
Nos contaban cómo convencieron a sus maridos para que las dejaran asistir a las reuniones. Me acuerdo de que había una mujer que tenía un hijo con alguna discapacidad, y todo a lo que tenía que enfrentarse en la sociedad para llevar adelante a ese hijo… Era un poquito duro. Después de conocer sus historias, nos abrazamos. Me sirvió para ver que hasta en la sociedad más alejada de los estándares del primer mundo puedes encontrar mujeres fuertes, realidades complicadas que forman a personas muy ricas. Es increíble.
El tercer día fuimos a XXXpur. Allí vimos cosas más básicas, como un depósito de agua que tenía que colocarse en altura, porque con los terremotos y desplazamientos de tierra varios de los anteriores se quedaron soterrados. Construyeron un pozo para abastecer a las aldeas cercanas que funcionaba simplemente con la fuerza de la gravedad. Eso me mostró que se buscaba ayudar no con tecnología punta, sino con materiales, herramientas y recambios que la población local pudiera conseguir. De hecho, se involucraba a toda la población en la construcción y el desarrollo.
No es que vengas, construyas y te vayas. Es que lo han hecho ellos, saben cómo funciona y lo pueden retocar o modificar a lo largo del tiempo. No eran momentos tan emotivos como otros, pero era igualmente importante.
¿Recuerdas alguna experiencia o persona que te marcara especialmente?
Sí, Bimbaya Rumba. Hablamos con ella, yo le hice muchas preguntas, y nos contó su historia. Ella había empezado a trabajar en su pueblo, donde todos se dedicaban a la producción de alcohol. Llegó un momento en que el alcohol ya no tenía salida y necesitaban reinventarse. Ella se apuntó a un curso de ganadería que ofrecía Oxfam, y emprendió un pequeño negocio con vacas, un negocio de producción de leche. Ella, en momentos como el desayuno, quería sustituir el consumo de alcohol por leche.
No solo involucró a su familia en el proyecto (ella producía la leche y su marido la distribuía), sino que también enseñó a personas de su entorno lo que sabía para que emprendiesen como ella. Quería que dos hijos fueran a la universidad y tuvieran un mejor futuro. Para esa comunidad fue muy importante la producción de leche. Al final nos despedimos de ella con un abrazo.
¿Qué fue lo que más te sorprendió del viaje?
Sobre todo el tener la oportunidad de ver todo lo que estaban haciendo. Fue interesante descubrir que la organización no se basa en poner parches donde hay problemas. Cuando se necesita un depósito de agua, se utiliza ese proyecto como una forma de conseguir que la sociedad avance, que prospere. También en el proyecto con mujeres, por ejemplo, en el que se les enseñaba lo que ellas necesitaban: el calendario menstrual, las leyes de su país… Me gustó mucho eso, ver que no se trabajaba solo en las necesidades a corto plazo sino en pensar más adelante para desarrollar las comunidades.
Quizás por prejuicios o porque no conocía Nepal, me esperaba unos ciudadanos más pasivos. Y, sin embargo, me encontré emprendedores, mujeres que, cuando su negocio no funcionaba muy bien por cualquier motivo o cuando les pasaba algo, en vez de pensar en abandonar el proyecto, pensaban cómo ampliar la producción o cómo ampliar los gastos… Fue increíble.
¿Qué aprendizaje te llevas del viaje?
Respeto, principalmente. A todo: a la cultura, a la religión, a la gente… Yo entro en un país y me olvido de mí misma, de mi contexto, de mis prejuicios, de lo que represento, y me abro a todo. Tienes que conocer sin prejuicios.
Yo, por ejemplo, soy muy animalista, soy vegana. Allí la sociedad desde luego no está en eso, pero acabas encontrando tu hueco. Por ejemplo, yo daba de comer a los perros, y a ellos les hacía gracia y acababan avisándome cuando había un perro.
Para ellos era un orgullo mostrarnos su trabajo, enseñar cuánto han conseguido gracias a la colaboración de Oxfam Intermón y de sus socios.
¿Cómo cambió tu forma de entender el futuro?
A veces es fácil caer en pensar que no se avanza, que el mundo va a la deriva… Si buscas noticias negativas, las vas a encontrar siempre. Pero luego vas allí y ves que sí que hay cosas que van bien, que salen adelante. Y si pensamos en retos muy grandes, quizás lo veamos imposible, pero yo creo que, si dono 20 € a Bimbaya Rumba, igual le ayude a comprar otra vaca y a llevar a sus hijos a la universidad.
Por ejemplo, yo, al ser voluntaria, ya conocía el Comercio Justo, también por mi madre. Ahora cuando compro café solo compro Tierra Madre, porque prefiero comprar poco y saber que estoy contribuyendo a una sociedad mejor. De momento no trabajo y no tengo ingresos fijos para hacer una donación mensual, pero en cuanto pueda será, sin duda, la organización en la que depositaré mi confianza.
¿SEGUIMOS VIAJANDO?
Puedes seguir conociendo la cara nunca vista de los viajes de socios y socias de Oxfam Intermón o, si con este testimonio te han entrado ganas de vivirlo en primera persona, apúntate al viaje de 2021 con destino a Guatemala.
